Ciudad irreal,
bajo la niebla parda de un amanecer de invierno,
una multitud pasó sobre el puente de Londres, eran tantos;
nunca imaginé que la muerte haya borrado a tantos.
Suspiros -cortos e infrecuentes- eran exhalados,
y cada cual fijaba la mirada en sus pies.
Fluyeron colina arriba y cuesta abajo en King William Street,
donde la Saint Mary Woolnoth da las horas
con un sonido muerto en el golpe de las nueve.
Entonces vi a un conocido, y lo paré de un grito: "¡Stetson,
vos que estuviste conmigo en los barcos en Mylae!
Ese cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
¿ha empezado a brotar? ¿Florecerá este año?
¿O la repentina escarcha arruinó su lecho?
¡Mantené lejos al perro, amigo del hombre,
o con sus garras lo desenterrará!
¡Vos, hypocrite lecteur, mon semblable, mon frère!".
(Mayo 2018)